La vida política de nuestro país estuvo siempre plagada de personajes, y de seguro lo seguirá estando. Algunos son más carismáticos y graciosos, otros no entienden bien dónde están parados ni qué hacen allí, y varios son directamente nefastos y ojalá no los volvamos a ver ni en figuritas. Pero hay algo es que innegable para cualquiera. No importa qué bandera política enarboles, estoy seguro que coincidirás conmigo que sólo hay un político contemporáneo que se convirtió en ícono al punto de marcar aún hoy en día la agenda política argentina.
Juan Domingo Perón fue tres veces presidente constitucional de la república (1946 – 1952 / 1952 – 1958 y 1973 – 1977) y aunque sólo pudo completar el primero de esos mandatos (el 16 de septiembre de 1955 fue derrocado por la «Revolución Libertadora» liderada por Lonardi y su última presidencia quedó truncada por su propio fallecimiento el 1 de julio de 1974), eso le sería suficiente para alzarse como el político argentino más influyente del siglo XX. Cuarenta años después de su muerte la política de nuestro país sigue girando en torno a su figura: en las boletas de las agrupaciones justicialistas aparecen su foto y la de Evita elección tras elección, muchos líderes políticos actuales lo señalan como su referente aún cuando en la práctica demuestren políticas absolutamente contrarias a los lineamientos de la doctrina peronista, el sindicalismo nacional que en cualquier otro lugar del mundo es netamente socialista en Argentina se declara abiertamente peronista, y la mismísima forma de hacer política impuesta en los años 50 está aún hoy vigente en nuestro día a día.
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Ahora, como toda figura, Perón también tenía una vida personal y sus momentos de descanso eligió pasarlos en una quinta que compró poco antes de asumir la primer presidencia, en San Vicente. El evaluar sus acciones de gobierno y declararte peronista o antiperonista te lo dejo a vos. Lo que sí te digo es que no hace falta ser peronista para visitar el Museo 17 de Octubre, porque en realidad es un pedazo de historia argentina que cualquiera de nosotros debería ir a conocer.
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Encontrar la quinta es muy fácil. Siguiendo las instrucciones de este post llegás a San Vicente, y una vez allí tenés que ubicar la calle Lavalle (la segunda que se te cruza en el camino) y girar hacia la izquierda. El paredón de ladrillos te va a indicar que estás en el lugar correcto y el ingreso es por la misma Lavalle, así que no podés perderte.
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A raíz de los golpes militares que derrocaron sucesivamente a los gobiernos de nuestro país la historia de la quinta en manos de Perón es un ir y venir, ya que tanto en 1955 como en 1976 les fue expropiada, primero a él, y luego a sus herederos. Más tarde por orden de la justicia la propiedad le sería restituida a las hermanas de Evita quienes la sumieron en un estado de abandono que perduró hasta que en 1990 la Provincia de Buenos Aires la expropió para construir el museo que hoy podés visitar.
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Apenas entrás a la Quinta te encontrás con mucho verde. El parque tiene 18 hectáreas donde se ven árboles de diferentes especies además de un lago artificial (seco en el momento de nuestra visita) por encima del cual pasas al andar en dirección a la casa principal. En medio del parque hay dos moles de piedra que llaman la atención: son las estatuas del trabajador y Perón acompañados por Evita, los dos últimos decapitados. La obra de arte es del escultor italiano Leone Tommasi y la aberración fue obra de la «Revolución Libertadora» que cortó la cabezas de piedra de sus enemigos y tiró las esculturas al Riachuelo, de donde fueron recuperadas y trasladadas hasta este museo.
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La otra construcción que llama la atención, además del chalet principal por supuesto, es el torreón, que no es otra cosa que un tanque de agua. De construcción circular y revestido en piedra, esta estructura se erige como el símbolo de la quinta, y según se sabe desde allí Perón transmitió varios de sus discursos. Provisto incluso de un balcón los ventanales de la parte alta del torreón de seguro han de brindar una espléndida vista del parque.
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Igualmente, lo más interesante del museo está por venir, y se trata del tren presidencial que podés encontrar al fondo de la propiedad en una réplica de estación ferroviaria, y del cual hablaremos en breve en un próximo post.
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La quinta no es sólo un museo, sino que también es el lugar de descanso de los restos del ex presidente. En sus instalaciones se construyó el mausoleo, un panteón de 400 metros cuadrados muy austero, y a mi criterio, poco atractivo arquitectónicamente. Más allá de eso, un detalle que sí han tenido en cuenta sus arquitectos es el efecto de las voces al pararse y hablar debajo de la alta estructura, donde se tiene la sensación interna de estar en un lugar solemne. Allí, detrás de un vidrio, descansa solitario Perón, ya que la idea original era que compartiera ese lecho con su amada Evita, pero la familia de esta última se negó a que así fuera.
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Lo que no fue nada solemne fue el traslado hasta aquí de su cuerpo, el 17 de octubre de 2006, en un evento que prometía ser un homenaje al líder fallecido y un festejo histórico del día de la lealtad peronista, y que terminó de la peor forma: a los tiros y con varias decenas de heridos, en una jornada cuyas huellas aún se pueden ver en la puerta de entrada al museo donde se notan claramente los impactos de bala en las paredes. Lejos estuvieron de homenajearlo y difícilmente esa gente sea el tipo de herederos que Perón quizo dejar.
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