Después de barro, Zapiola

Saliendo de Uribelarrea, siguiendo por la RN 205 pasás el peaje y después de unos kilómetros más te encontrás con el acceso a Zapiola. Esta vez, viniendo de capital es de mano derecha, pero hay que estar muy atento porque apenas un cartel de ruta lo marca, indicando que para llegar hay que recorrer 8 km más. Pero… ¿por dónde? ¿Por ahí?

Al principio dudamos, pero sí, es por ahí, por ese camino de tierra que se interna campo adentro. Ahora bien, si te pasa como a mi que el día anterior había llovido, el ingreso a Zapiola no va a ser tarea sencilla, salvo que vayas con la 4×4. Es que el camino se convierte en un barrial importante y difícil de sobrellevar para un vehículo común. Manejando con cuidado y poniendo mucho ojo dónde nos tirábamos a un lado para dejar pasar otro auto de frente pudimos llegar, pero el «arroyo» que se había formado costeando el camino, y que incluía una corriente importante, te hacía pensar en qué pasaría si se largara a llover aunque fuese un poco. Por suerte miramos el cielo y más allá de la poco amigable nube negra que teníamos en frente, no había más signos de lluvia.

Igualmente ahí uno empieza a pensar en la gente que vive en aquél pueblo. ¿Serán todos estancieros potentados con camionetas 4×4? Lo dudo… Y mis dudas parecen ser justificadas porque apenas buscando un poco te encontrás con un pedido de los pobladores de Zapiola para que asfalten el camino de ingreso. Las causas son más que elocuentes: cuando llueve las ambulancias no pueden entrar al pueblo en caso de emergencia, ni los docentes que van a dar clases, ni los distribuidores de comida… Ni siquiera los camiones que van a buscar la producción de leche de la que muchos en el pueblo viven lo intentan. Entonces, en pleno siglo XXI con internet disponible en un celular que se suponía era para hablar por teléfono, y a menos de 100 Km. de Buenos Aires, cada vez que caen dos gotas, Zapiola queda literalmente aislado.

Los pobladores de Zapiola están luchando para cambiar su realidad. Si querés podés ayudarlos firmando su petición en Change.org para que se asfalte el acceso al pueblo. Hacé click sobre el texto azul y firmá, como ya lo hice yo.

En algún momento, el barro (perdón, el camino) se bifurca. Si seguís derecho vas a llegar hasta la estación de tren, donde, a juzgar por lo bien cuidado del cartel que la anuncia, funciona la biblioteca popular «La Estación».

Justo frente a la estación, está la YPF. Muy recomendable cargar acá por lo económico de los precios. Fijate sino que el gasoil se consigue a apenas $1,60 el litro!

Claro que seguramente tengas que operar en modalidad «autoservice» porque se te va a hacer difícil encontrar un playero que te despache el combustible. En realidad, sacar alguna gota de estos surtidores, también…

Si en lugar de seguir derecho, en la bifurcación tomas la diagonal que sale hacia la derecha para luego empalmar en el próximo cruce, te vas a encontrar con la escuela, la plaza y la iglesia. Lo que más me llamó la atención fue la plaza con el perímetro cercado. No me lo hubiera esperado en un pueblo tan tranquilo como Zapiola, aunque supongo que el motivo tiene que ver con evitar que algún animal suelto destruya lo que los vecinos armaron con tanto sacrificio.

Frente a la plaza está la iglesia, y si bien no quise aventurarme con el auto en el barro para dar unas vueltas más por el pueblo y seguir descubriéndolo, no pude evitar la tentación de bajarme, hacerle frente al ejército de mosquitos, y acercarme hasta allí esquivando charcos a los saltos para sacar un par de fotos.

Una vez satisfecho el vicio fotográfico, aspirado el aire puro de campo y escuchado el tranquilo silencio del pueblo, estábamos listos para emprender el regreso al ruido de la gran ciudad, y empezar con los planes para la próxima escapada.

Nota del Autor: Este post fue publicado originalmente el 19/05/14

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